Ya iba notando con el pasar de los años que la espalda se resentía, que me dolía punzantemente con el simple gesto de intentar dormir. Aguante a base de tranquilizantes adulterados que apuntaban con saña al hígado. ¿Que qué paso? Tuve que parar en mitad de la calle sacar las pesadas piedras de la mochila y dejarlas allí mismo. Las pesadas piedras en las que se había convertido el pan.